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domingo, 8 de septiembre de 2013

Crónica desde Mérida (Yucatán. México)


 

         El viajero se ha convertido por una semana en profesor, profesor del curso de Turismo Cultural que a partir de mañana lunes impartirá, con el doctor y amigo Armando de Lucas,  en la Casa de España en Mérida (Yucatán), bajo el patrocinio de la oficina de las Naciones Unidas en México y la colaboración de la Secretaría de Turismo del Estado de Yucatán y el aeropuerto de la ciudad, dirigido por Héctor Muñoz Navarrete. En total serán 32 alumnos de dos públicos tan diferentes como profesionales del sector turístico y de los medios de comunicación, especializados en turismo.

 

         Estuve por primera vez en Mérida en noviembre de 1991 fecha en la que sustituí al secretario general de Turismo de España en el congreso de AMPRETUR (Asociación  Mexicana de Prensa Turística), que entonces presidía mi buena amiga Conchita Schiaffino, hoy fallecida. Volví en 1983 cuando organicé el I Encuentro de Periodistas de Turismo de las Méridas del Mundo, evento que se plasmó después en una visita de los periodistas mexicanos a la Mérida española y por toda Extremadura.

 

         Una tercera ocasión fue con motivo de un Ki-Huic, o evento turístico internacional para promocionar el mundo maya y ahora va por la cuarta visita. Le tengo un cariño especial a esta Mérida yucateca, que se complementa con las otras dos Méridas americanas (Venezuela, en plenos Andes ,y la de la isla de Ometepe, la mayor isla de agua dulce del mundo, en Nicaragua). Tengo la suerte de conocer todas.

 

         Pero decía que a ésta le tengo un aprecio especial, ya que fue fundada el 6 de enero de 1542 por Francisco de Montejo, el Mozo, hijo de Francisco de Montejo el Viejo, ambos de origen broceño, aunque algunos consideran que son de Salamanca, donde hay un pueblo (Montejo) de igual nombre que su apellido, situado entre Guijuelo y la capital en plena carretera nacional 630.

 

         Cuenta la historia que esta zona los mayas la llamaban T’ho en tiempos prehispánicos, que significa Cinco Cerros; también recibió el nombre de Ichcaanzihó. Estoy en el hotel Maison del Embajador, situado en una bellísima casa colonial que da gusto estar en él por las buenas atenciones recibidas por parte del personal, entre ellos la cocinera Tere y del mesero Iván. Probé, hecha por Tere, el famoso platillo yucateco, la cochinilla pibil, una manera de cocinar el cerdo que los extremeños trajimos por aquí hace siglos. Es tanta la fama de este plato que los japoneses quisieron comercializarlo, pero el pueblo yucateco, de alma maya, no lo vendió. También he comido cochinita pibil en Madrid, comprado en la tienda gourmet de El Corte Inglés de La Castellana. La directora general, Elma Navarrete, dejó ayer en mi habitación una bandeja de bienvenida a base de mazapán de Pepita, dulce de coco, yemitas y bolitas de maíz. Lo que he probado, riquísimo. Estaba 25 horas sin dormir, así que probé poco, pero probé- Ahora me voy a dar una vuelta por la ciudad. Ya les contaré.
 

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